A pesar que Agustín de Hipona no atribuyo nunca a María la exclusión del pecado original y que Tomás de Aquino opinaba que María había nacido con el pecado original puesto que fue concebida por la unión de dos sexos, la Iglesia Católica reconoce que la virgen María fue concebida sin pecado original. El dogma fue proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus.
Algunos siglos antes de esta proclamación, que en principio fue aceptada por la orden Franciscana pero rechazada por los Dominicos, el Veneciano Carlo Crivelli había pintado en tempera el cuadro que sería considerado como la primera representación de la Inmaculada Concepción. La pintura reproduce la imagen de una mujer vestida y enmarcada al estilo gótico con un lirio en una copa de cristal, símbolos de pureza derivados de textos bíblicos como el Libro de las Revelaciones y El Cantar de los Cantares. Firmado y fechado en 1492, actualmente se encuentra en la National Gallery de Londres.
En el Renacimiento, el pintor español Vicente Juan Masip, conocido como Juan de Juanes, pinto otra versión de La Inmaculada Concepción. Para este cuadro, elaborado en 1562, los atributos de la Inmaculada Concepción fueron tomados de acuerdo a una descripción que hiciera el evangelista Juan en Apocalipsis 12:1, “Apareció en el cielo una mujer vestida de sol que tiene la luna bajo sus pies y sobre su cabeza una corona de 12 estrellas”.
Ante la misteriosa conformación de la imagen, después de la victoria de Lepanto (1571), la cristiandad pretendió interpretar, sin mucha convicción, la presencia de la virgen sobre la luna como un símbolo prospectivo del triunfo de la cruz sobre la luna islámica de los turcos.
Juan fue desterrado a una prisión romana en Patmos, una pequeña isla griega volcánica en el mar Egeo, debido a sus actividades a favor del fortalecimiento del cristianismo, en el año decimocuarto después de Nerón y liberado a la muerte del emperador Domiciano; estas fechas corresponden a los años 94 – 96 d.C. Durante este periodo Juan vivió su reclusión dedicado totalmente a la observación y contemplación extásica de la naturaleza y sus fenómenos terrenales y astrales. Sus visiones son descritas en la Biblia, en el libro del Apocalipsis y como es natural pueden ser interpretadas según dos posiciones antinómicas: o se acepta la visión como una experiencia sobrenatural, como lo hicieran en el s. XVI los clérigos, el pintor español y sus seguidores; o se analiza su realidad literal para destacar su valor estratégico y didáctico, como pretende hacer está nota.
La iconografía católica, particularmente la española y la americana ha acogido la representación apocalíptica de la Inmaculada Concepción para ilustrar las imágenes representativas de diversas advocaciones marianas en las que destaca la imagen femenina sobre un creciente luminoso de Luna con una corona que no siempre tiene 12 estrellas. Las advocaciones marianas se suelen nombrar con las fórmulas “Santa María de”, “Virgen de” o “Nuestra Señora de”. Igualmente, las advocaciones suelen dar lugar en muchos casos a nombres propios femeninos, compuestos del nombre María y su advocación: María del Carmen, María de los Dolores, María de Lourdes, etc. Su celebración, en la mayoría de los casos, se hace de forma conjunta el día 8 de septiembre o el primer domingo de septiembre, el día que la Iglesia celebra la natividad de María (con fecha Gregoriana) y las “apariciones” de la virgen en los más célebres santuarios con excepción de Fátima.
En España se celebran las fiestas de las advocaciones: Virgen de Argeme, Nuestra Sra. de las Mercedes, Virgen de la Fuensanta, Nuestra Sra. de la Sierra, Virgen del Rocío, Nuestra Sra. de Regla, Nuestra Sra. de Setefilla, Nuestra Sra. de las Nieves, Nuestra Sra. del Manzano, Nuestra Sra. del Canto, entre muchas otras. En América las celebraciones corresponden a: Virgen de Guadalupe (México), Virgen de Copacabana (Argentina), Virgen de Chiquinquirá (Venezuela), Virgen de Caacupe (Paraguay), Virgen de la Caridad del Cobre (Cuba), Ntra. Sra. de Quinche (Ecuador) y Virgen de la Puerta, Ntra. Sra. de la Puerta o Virgen de la Portería (Perú). Todas con corona luminosa y un creciente de Luna a sus pies.
En el Calendario lunar quechua el mes de septiembre corresponde al Coia Raymi Quilla, en el que se celebra el Quillamama raymi, la primera noche de luna nueva, que en muchas oportunidades coincide con la fecha de la festividad católica. En este periodo, próximo al equinoccio de primavera en el hemisferio sur, no es raro ni particularmente espectacular observar sin necesidad de instrumentos ópticos, diversos patrones de conjunción entre la Luna y Venus.
Venus, es el planeta más cercano a la Tierra y su capa de nubes refleja muy bien la luz solar, lo que hace que sea el más luminoso (seguido por Júpiter). Observada desde la Tierra, la conjunción eclíptica con el creciente luminoso de la Luna produce la impresión óptica de que los astros se aproximan, pero es solo un efecto visual.
Cuando ocurre la Luna Nueva, el ángulo entre las direcciones Tierra-Luna y Tierra-Sol es 0°. El Sol y la Luna salen, cruzan el meridiano del lugar y se ponen al mismo tiempo, por eso la Luna no es visible. El día siguiente, la Luna sale y se pone 50 minutos más tarde que el Sol, y así sucesivamente, de manera que podemos observarla a baja altura después de la puesta del Sol.
El Planetario Abrams, en su nota para el cielo nocturno del viernes 10 de setiembre de 2010 informa que se podrá observar una delgada luna creciente en la parte inferior derecha de Venus. La Luna estará muy cerca del horizonte WSW (Oeste-Suroeste), 30 minutos después del atardecer.
Efectivamente, la conjunción entre el creciente luminoso de Luna y Venus se produjo y el 10/Setiembre/2010 a 19:05 hs. (GMT-5) fue posible registrar una imagen desde la ciudad de Lima en una ubicación a 12° 06ˈ08 ̋ S, 76° 56ˈ51 ̋ W y 240 msnm. Los dos astros iconos de la divinidades femeninas mas importantes en las creencias pre-cristianas, aparentemente coincidían en un mismo eje y plano atmosférico formando un bello conjunto luminoso sobre el cielo nocturno.
Una imagen de la Virgen de la Puerta, buscada en la web, puso en evidencia la indiscutible similitud pictográfica y la persistente idea de que esta conjunción fue el marco de la visión que describe el Apocalipsis.
La Luna y Venus son los objetos más brillantes del firmamento, sus movimientos en el cielo eran conocidos por la mayoría de las antiguas civilizaciones, adquiriendo importancia en casi todas las interpretaciones astrológicas. En la mitología cristiana María debía ocupar el lugar de Isis, Astarté, Ceres, Afrodita, Cibeles, Innana, Tanit, y de todas las grandes diosas-madre de la tierra conocidas desde la historia antigua. La forma mas simple de ilustrar la veneración a las advocaciones marianas correspondientes, era rodeándolas de un entorno luminoso astral muy conocido y respetado en los antiguos cultos y que periódicamente y de manera natural se presentaría en el cielo nocturno.
Esta interpretación que muestra el mito cristiano en su verdadera relación con las otras grandes tradiciones mitológicas resulta ser una interesante forma de filosofía perenne en la que el sincretismo iconográfico es determinante para que muchos cultos ancestrales dedicados a la fertilidad de la tierra, de los animales y humana; en diversas partes del mundo, hayan tenido éxito en su lucha por trascender a la prohibición, a la persecución y al exterminio, así sea desde una posición marginal o clandestina.