La fiesta de Carnaval en los Andes, suntuosidad y sexualidad para propiciar fertilidad.


La Fiesta del Carnaval  es un breve período de  descontrol popular que tiene lugar antes de la Cuaresma (cuarentena) cristiana y probablemente se origine en las grandes fiestas Bacanales o Dionisiacas celebradas en honor a los dioses de la abundancia y la sexualidad en las mitologías griega y romana. En la actualidad, estos rituales de raíz pagana están amparados por un sutil halo de permisividad abiertamente opuesto a la represión de la sexualidad y a la severa formalidad litúrgica de la Cuaresma. Sus reales orígenes, se esconden tras la suntuosidad de hermosos y atrevidos disfraces, música, baile y desfiles que encandilan a las multitudes enfocadas únicamente en beber y divertirse profusamente.

La Cuaresma cristiana comienza el  Miércoles de Ceniza, después de  tres días de Carnaval, prolongándose hasta el Domingo de Ramos. Estas fiestas no tienen una fecha fija, debido a que la Pascua de Resurrección se celebra el fin de semana con la primera luna llena después del solsticio de primavera (Norte),  otoño en el Sur.

La celebración del Carnaval se ha interpretado desde la época medieval como una fiesta de despedida de la carnalidad. Por eso, durante esos días se procura gozar de ella todo lo posible y en todas sus manifestaciones, ya que siguen 40 días en los que la religión prohíbe «disfrutar de los placeres de la carne».

Joan Corominas (1905-1997)  filólogo y etimólogo español en su Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico, aclara que el término “carnaval” procede del italiano “carnevale”, y éste del antiguo “carnelevare”, expresión compuesta de “carne” y “levare” (retirar), que transmite el concepto del ayuno de la Cuaresma. La denominación italiana habría sido adoptada desde el Renacimiento gracias a la fama de la pomposa celebración de esta fiesta en la Italia de la época.

En las mismas fechas (febrero-marzo), en el marco de una cosmovisión totalmente distinta, los pueblos de los Andes Latinoamericanos han celebrado desde épocas muy antiguas  “el asentamiento de la siembra”, es decir, la aparición de los primeros brotes florales en los cultivos que se fortalecen con la temporada de lluvias. Con la imposición del cristianismo europeo durante el siglo XVI, esta celebración adopto el nombre de “Carnaval”, manteniendo su concepción ancestral mimetizada en un sincretismo cultural y religioso.

Esta festividad tiene connotaciones muy diferentes a las que los españoles trajeron al espacio andino, pues el Carnaval para los indígenas de los Andes es una fiesta profundamente ritual propiciatoria de la reproducción, tanto en el campo de la agricultura en la chacra,  como en la crianza de sus animales en los corrales y en las interrelaciones entre solteros y solteras, por lo que la permisividad sexual en estas celebraciones es mayor; incluso es una fecha propicia para iniciar los  “servinakuy” o matrimonios de prueba.

Hasta la sexualidad extramarital es aceptada socialmente y se encuentra ritualizada; sin embargo, ninguna aventura  es aceptada con personas extrañas a la comunidad, ya que se las asocia con la infertilidad, atentando contra el ideal endogámico que sólo se supera cuando una alianza matrimonial exógama enriquece a la comunidad. En ningún caso son aceptadas las relaciones incestuosas. Para reforzar los temores frente a las relaciones exogámicas se cuenta con diversas creencias y mitos sobre las nefastas consecuencias de que un joven o una joven se unan a monstruos, bestias o demonios, con apariencia de extranjeros.

Los Carnavales  Andinos desarrollan ritos de agradecimiento  propiciatorios para la reproducción, ya que la Mama Pacha (Madre tierra) se halla en plena gestación y los Runas (Hombres de los Andes) tienen que ayudarla en su labor. Por este motivo algunos objetos que intervienen en la fiesta tienen un carácter sexual; solo en esta fiesta se utiliza el “pinkullu”, instrumento musical precolombino con simbología  fálica. Después de la cosecha, desde mayo a septiembre, se toca la quena.

En la pareja andina las primeras relaciones con el otro sexo se presentan de manera espontánea, furtiva y apasionada. Si bien estas pasiones indómitas tiene visos de prohibidas, la sociedad sólo se opone de manera formal,  existe una aceptación de fondo a los amores juveniles fugaces.

El funcionario del registro nacional de identidad que pregunta por el padre del niño que esta inscribiendo, no tiene ningún motivo para sorprenderse si la madre le contesta … ¡es hijo del Carnaval!

Lo que pasa en el Carnaval, se queda en el Carnaval.

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