Iconos de fertilidad, paleolíticos y neolíticos.


Durante el último periodo glacial (Glaciación de Würm /Wisconsin,  100. 000 – 20.000 a.C.) , cuando la nieve y el hielo cubrían el norte de Europa, Asia y Norteamérica, el hombre se vio forzado a enfrentar condiciones de vida bastante duras, centradas especialmente en la carencia de alimentos  y en la estrecha relación entre la escases de recursos y las pobres condiciones para reproducirse . Estas necesidades vitales  quedaron registradas en las pinturas rupestres alusivas  a los  animales que  proporcionaban sustento y en las estatuillas femeninas (Venus paleolíticas) que simbolizaban  a la mujer como generadora de vida. En todas estas figuras las mujeres aparecen con cuerpos voluminosos que magnifican el contorno pélvico, la esteatopigia, el abdomen, las mamas y los pliegues vulvares, destacando la abundancia  y asociándola  al  vientre grávido, que simboliza el receptáculo primario de la vida. En casi todos los casos, estas imágenes no  representan  las manos, ni los pies, ni rasgos faciales, ni gestos expresivos que puedan individualizarlas. No son referentes a alguien en particular, su vinculo  es correspondiente con una necesidad fundamental.

Cronológicamente se sitúan en el paleolítico superior, entre el auriñaciense y el magdaleniense, entre 27.000 y 20. 000 años a.C. Son iconos simbólicos universales con formas en las que reside un mensaje que tuvo que ser reconocido  por los miembros de las comunidades pre-históricas y que hoy lo es, por los ojos contemporáneos.

Algunos siglos después (10.000 – 8.000 a.C.)  en el neolítico, cuando el hombre se establece, construye  campamentos, desarrolla una forma de vida en la que consume lo que produce; cultiva cereales y domestica algunos animales para su alimentación y vestido, continua la representación de imágenes femeninas. En este periodo, destacan las figuras encontradas en Çatalhöyük  (Çatal höyük o Çatal hüyük) un antiguo asentamiento humano que se ubica entre los prototipos más importantes del urbanismo neolítico y de la edad de Bronce; está ubicado al sur de la península de Anatolia, en la planicie de Konya, muy cerca de la actual ciudad de Konya en Turquía. Este asentamiento data de alrededor de 7.500 años a.C. en sus capas inferiores y más antiguas.

Las representaciones femeninas encontradas en estas excavaciones destacan también las formas corporales exuberantes  sugestivas de preñez, de manera similar a las figuras del  paleolítico aunque debido a la facilidad que ofrecía la arcilla, se observa mayor detalle en los rostros, los peinados, las facciones  y hasta en ciertos ornamentos faciales. Hay modelos de escenas de parto y figuras femeninas con niños. Por su parte, los tallados líticos fueron derivando en representaciones corporales esquemáticas y  planas, orientadas a las formas triangulares en las que la base del triangulo es alusiva a la amplitud de las caderas femeninas. Esta forma de esquematizar el arquetipo femenino probablemente alcance su máxima expresión en el icono de Tanit.

La forma y función del cuerpo femenino ha sido una inquietud existencial del hombre desde el paleolítico. Los cuerpos de las mujeres de la etnia Khoi que nos muestran los grabados de principios del siglo XIX, son evidencia de que estas imágenes femeninas prehistóricas  pudieron representar visiones reales.

La imagen es una forma de transmisión visual del pensamiento,   asociada a la magia, transmite la expresión del pensamiento abstracto. En las sociedades primitivas que practican un concepto básico de religión, en el cual los “delegados” del poder sobrenatural pueden ser persuadidos para intervenir en los asuntos humanos; las imágenes funcionan como instrumentos mágicos para provocar beneficios o maleficios. En este tipo de magia – magia simpática – la imagen debe ser similar o estar vinculada con la situación o persona sobre la que se espera que actúe.

Bajo este concepto, las “Venus” paleolíticas y neolíticas  pudieron ser objetos utilizados para invocar, vía sobrenatural,  mejores condiciones de vida  y  abundancia de recursos,  que al ser consumidos sin restricciones  aumentarían el volumen de la figura femenina en las regiones que naturalmente acumulan tejido adiposo.  Sería la reserva energética necesaria para  el  éxito en la gestación y en la lactancia, produciendo mejores condiciones para la sobrevida del neonato.

Un concepto básico que relaciona  la  abundancia de recursos, con la mayor disponibilidad energética que la fertilidad requiere.

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